Sin sangre en las venas - Parte 1 de 2

No es fácil ser una especie superdotada y estar cerca de la extinción, esta condición de semi-inmortalidad te provoca una sensación de aislamiento y pérdida. Mis congéneres, después de todo, no se diferencian mucho de los humanos, la avaricia y el hambre les corrompe. Todo su potencial, todo el conocimiento adquirido a través de décadas no les sirve para nada cuando al final, tarde o temprano, emergen sus instintos más básicos y acaban siendo superados por débiles humanos. El error fatal se encuentra en cualquier momento de la noche, por excesivas confianzas, aunque a veces es peor y es cerca de la madrugada... Un despiste tonto y acaban convirtiéndose en carne podrida chamuscada y en el peor de los casos, posteriormente pulverizada por la luz del sol.

Fui convertido de adolescente, no tuve una vida en condiciones y por eso, al igual que muchos otros, quería volver a ser humano, pero no como la mayoría, mi caso era diferente, yo quería "ser" un artista (o creía poder serlo de alguna manera) pero mi situación actual no hacía más que ponerme trabas, por lo que tenia que sacrificar mi larga vida por una breve e intensa existencia de creación y auto superación. Sólo así volvería a sentir de nuevo, conocería el dolor, el placer, retornaría mi libido, el cansancio y la vitalidad me serviría de nuevo de inspiración.

Como vampiro mi compositor favorito era Bach, en concreto la obra que más me gustaba era la segunda parte del concierto No1 para Harpsichord en Re menor, la BWV 1052. No me interesaban apenas el resto de las artes, la literatura me aburría, prefería viajar por las noches volando y conocer a posibles víctimas. De hecho es lo que más me gustaba: volar fuera de radares y del alcance de la vista de los humanos, es en esos tránsitos, con mi privilegiada visión nocturna, como siempre encontraba ganado indefenso del que alimentarme; a ser posible de la clase alta. Me gustaba leer libros sobre música y practicar con el piano. Me encantaba descubrir lugares nuevos e ir a conciertos clandestinos, era en los peores garitos donde encontraba a grandes creadores ajenos a las modas y las tendencias, eran artistas que me seducían por la honestidad que se desprendía de sus composiciones. La atemporalidad que desprendían algunas de esas músicas es lo que encontraba más a fin a mi naturaleza semi-eterna. En cambio, el resto de artes, como por ejemplo la pintura y su inevitable desgaste, me recordaba excesivamente a la decadencia de la mortalidad de los humanos.

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