La séptima planta

Ruido, mucho ruido en tu cabeza. Contaminación  sonora, intoxicación mental. Ganas de gritar, te quedas afónico en el primer tema, tú publico no ha venido, tus compañeros se han ido antes de empezar y ahí estas sólo con muchas más ganas de gritar y ves el fuego.

Fuego, fuego incontrolable, se acabó el oxígeno pero aún disfrutas, es tu venganza particular, no les deseas daño pero tienen que pagar. No hay drogas que te calmen y te horroriza un futuro sedado asqueado por la adicción al vacío.

El sonido de los amplificadores, las guitarras cortantes, el bajo invasor, el retumbar de los tímbales, un bombo ensordecedor, tímpanos sangrando y lágrimas de alegría, al menos ahí te sentías libre, el mundo te parecía estrecho, largo y lleno de obstáculos, ahí estabas tú, todo fuego y energía: sonido.

Angustia, más rabia, no hay descanso, la llamada de desprecio, estás decidido, nunca nadie más... nunca. No has tenido días mejores ni peores. ¡Qué desperdicio en el tiempo, que espacio ocupado desaprovechado, concentrado! Explosión y entonces la calma.

Lo tienes todo calculado, la llamada, perdida, adiós muy buenas, el fuego, el humo, unas llaves y un vuelo accidentado. La séptima planta. El grito, un dolor desconocido: la agonía. No te puedes reír, sólo dejar de estar y pensar en lo que has sido y en lo que podrías llegar a ser, aunque es demasiado tarde. Adiós muy buenas, bienvenido al infierno.


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